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Tras la cerrada ovación que puso término a la sesión plenaria del Congreso Internacional de Lingüística y Afines, la hermosa taquígrafa recogió sus lápices y papeles y se dirigió a la salida abriéndose paso entre un centenar de lingüistas, filósofos, semiólogos, críticos estructuralistas y deconstruccionistas, todos los cuales siguieron su garboso desplazamiento con una admiración rayana en la glosemántica.
De pronto las diversas acuñaciones cerebrales adquirieron vigencia fónica:
- ¡Qué sintagma!
- ¡Qué polisemia!
- ¡Qué significante!
- ¡Qué diacronía!
- ¡Qué exemplar ceterorum!
- ¡Qué Zungenspitze!
- ¡Qué morfema!
La hermosa taquígrafa desfiló impertérrita y adusta entre aquella selva de fonemas.
Sólo se la vio sonreír, halagada y tal vez vulnerable, cuando el joven ordenanza, antes de abrirle la puerta, murmuró casi en su oído: “Cosita linda.”
Mario Benedetti, Despistes y franquezas (1989)
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