«El niño al que, por alguna razón, le falta el amor paterno, tiene muchas posibilidades de volverse tímido y apocado, lleno de miedos y autocompasión, y ya no es capaz de enfrentarse al mundo con espíritu de alegre exploración. Estos niños pueden ponerse a meditar sorprendentemente pronto sobre la vida, la muerte y el destino humano. Al principio, se vuelven introvertidos y melancólicos, pero a la larga buscan el consuelo irreal de algún sistema filosófico o teológico. El mundo es un lugar muy confuso que contiene cosas agradables y cosas desagradables mezcladas al azar. Y el deseo de encontrar una pauta o un sistema inteligible es, en el fondo, consecuencia del miedo; de hecho, es como una agorafobia o miedo a los espacios abiertos. Entre las cuatro paredes de su biblioteca, el estudiante tímido se siente a salvo. Si logra convencerse de que el universo está igual de ordenado, se sentirá casi igual de seguro cuando tenga que aventurarse por las calles.»
dijous, 10 de març del 2016
No era «amor a la saviesa», sinó «por a la vida»
Bertrand Russell escriu unes inquietants (al menys per a mi) consideracions sobre la psique de les persones que no viuen una infantesa equilibrada, amb l'afecte paternal degut. La seva experiència els porta a ser —ve a dir-nos— una mena d'intel·lectuals introvertits. És com si anéssim a pontificar: ἕνεκα τοῦ φόβου γίνεται ἡ πολυμάθεια. Tot plegat em fa repensar en el paper del sophós grec, i sobretot separant-lo del seu origen, fruit d'unes condicions socioculturals envejables i irrepetibles (però que constantment, se'ns diu, són model de la nostra civilització). En copiaré el següent paràgraf:
Subscriure's a:
Comentaris del missatge (Atom)
Cap comentari:
Publica un comentari a l'entrada